ABANDONAR EL PECADO O LA IGLESIA BASADO EN LA BIBLIA
En una iglesia que predica el verdadero evangelio, sólo hay dos opciones: abandonar el pecado o abandonar la iglesia. Esta afirmación puede parecer drástica, pero está fundamentada en la Palabra de Dios. En Romanos 6:1-2, leemos: «¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo viviremos aún en él?».
Aceptar a Cristo es abandonar el pecado.
Esto significa que aquellos que han aceptado a Cristo como su Salvador deben abandonar el pecado y vivir una vida de santidad. No es posible seguir en el pecado y, al mismo tiempo, afirmar que se es un seguidor de Cristo. Como dice 1 Juan 1:6: «Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad».
Por lo tanto, si alguien desea seguir en el pecado, no puede continuar siendo parte de una iglesia que predica el verdadero evangelio. Esto no significa que deba abandonar la fe en Cristo, sino que debe tomar la decisión de arrepentirse y abandonar el pecado para poder seguir creciendo en su relación con Dios.
En cambio, si alguien decide abandonar la iglesia porque no quiere dejar el pecado, está demostrando que su prioridad no es Dios sino su propia satisfacción. Como dice Hebreos 10:25: «No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca».
En una iglesia donde se predica el verdadero evangelio es abandonar el pecado o abandonar la iglesia.
La iglesia es un lugar donde podemos crecer en nuestra fe, recibir enseñanza y apoyo de otros creyentes y adorar a Dios juntos. Si alguien decide abandonar la iglesia porque no quiere dejar el pecado, está perdiendo la oportunidad de crecer en su relación con Dios y de recibir la ayuda que necesita para superar sus luchas.
En resumen, en una iglesia donde se predica el verdadero evangelio sólo hay dos opciones: abandonar el pecado o abandonar la iglesia. Esto puede parecer una decisión difícil de tomar, pero es una decisión necesaria si queremos seguir creciendo en nuestra relación con Dios y vivir una vida de santidad. Como dice Filipenses 3:13-14: «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».
Fuente: Aepmp News